Al evocar o mencionar las
palabras batalla naval o artillería naval, al aficionado de hoy se le hace difícil
imaginarse otra artillería que no sea la moderna y controlada por computadoras o
telémetros computados que hacen que los disparos sean casi siempre acertados. Pero,
obviamente, esto no ha sido así por siempre. En los siglos anteriores al advenimiento de
la moderna artillería naval, el solo disparo de un cañón era una tarea sumamente
peligrosa (aun más que hoy en día) y que, a diferencia de la actualidad, en que la
mayoría de los disparos y recargas son automáticos sin intervención alguna de los
tripulantes, exigían y ocupaban las energías de muchísimos tripulantes y marineros, los
que componían la dotación de cada cañón. Por empezar, los cañones estaban montados
sobre cureñas de madera provistos de ruedas para el retroceso, después de cada disparo.
Este retroceso era tan peligroso para los serviolas del cañón como su disparo lo era
para el navío enemigo. Cuando un cañón de 24 o 36 libras se recalentaba por la
sucesión de disparos, sus retroceso ocasionaba que la cureña de madera sufriera de tal
forma que, las mas veces, las piezas se rompían y salían despedidas con tal violencia
ocasionando heridas graves o la muerte a algún serviola cercano. Otras veces eran los
aparejos del cañón los que se rompían (recuérdese que el arma se colocaba en posición
por un sistema de sogas y poleas) y, en este caso, había que perseguir al cañón que
rodaba de una banda a la otra del barco por los balanceos de este hasta conseguir
trincarlo nuevamente. En estas ocasiones, no era inusual que rompiese todo lo que se
ponía en su camino o que aplastara a alguien. En el esfuerzo de acuñarlo con hamacas,
velas o cualquier otra cosa que pudiese refrenar su impulso y así, poder cazarlo, siempre
podía salir herido algún marinero. Si, por buena fortuna, nada de esto pasaba, quedaban
los peligros que se presentaban al disparar la pieza. Pese a lo que pueda parecer,
disparar un cañón antiguo, no consistía solamente encargarlo por la boca y dar fuego a
la mecha. Era una tarea complicada por demás y que exigía mucha habilidad. Un cañón
antiguo ya tenia sus puntos de mira, su cuña que regulaba el ángulo, etc. Un cañonero
descuidado o con poca experiencia podía tener una vida muy corta, ya que una sobrecarga
de la pieza, podía ocasionar que el arma escupiera llamaradas hacia atrás que producían
quemaduras a los serviolas. Con el mar encrespado, eran necesarios muchos años (no meses)
de adiestramiento para lograr el ojo necesario para sincronizar el disparo junto con el
balanceo de la nave. El cañón se apuntaba mas alto mas alto de los necesario para
compensar la parábola descendente. Las balas pequeñas y granadas, se apuntaban a los
flancos y bajo la línea de flotación mientras que las mas grandes y las encadenadas,
enramadas y de cuchillo se utilizaban para destruir la arboladura del barco enemigo
cortando, de esa forma, sus medios de propulsión (no olvidar que, hasta bien entrado el
siglo XIX, los barcos se movían a vela) y dejándolo indefenso. Los impactos directos a
una porta de artillería eran raros y difíciles, pero si esto ocurría, eran desastrosos,
porque incendiaban la pólvora de alrededor de la pieza de artillería y podían
ocasionar, mediante estallidos en cadena de los cañones vecinos y hasta la explosión del
navío enemigo todo. Cuando el cañón no se usaba, se le tapaba la boca de fuego por
medio de un tapón de madera para proteger el anima de la corrosión marina. Aunque en
muchas películas y dibujos se ve al montón de balas y los barriles de pólvora al lado
del cañón en batalla, lo cierto es que la pólvora, llegaba al puente de artillería en
saquetes ya preparados que sacaban de la santabárbara unos grumetes llamados monos y los
transportaban en estuches de cuero llamados saleros. La entrada de la santabárbara estaba
cubierta por tiras de lona humedecida, para reducir al mínimo los riesgos de una
explosión accidental en el momento de entregar los saquetes. Una reflexión: Sea en forma
manual como antiguamente o en forma automática como en la actualidad, el disparo del
cañón es algo peligroso y, aunque partes de este articulo puedan parecer pintorescas o,
al menos, curiosas o interesantes, lo cierto es que muchas veces, el estallido de un
cañón se llevo las vidas de muchos hombres valerosos que murieron cumpliendo con su
deber o quedaron salvajemente mutilados por las esquirlas y astillas levantados por los
disparos. |