Historia Naval
La artillería en los tiempos de la navegación a vela. Por Raul Alberro

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Al evocar o mencionar las palabras batalla naval o artillería naval, al aficionado de hoy se le hace difícil imaginarse otra artillería que no sea la moderna y controlada por computadoras o telémetros computados que hacen que los disparos sean casi siempre acertados. Pero, obviamente, esto no ha sido así por siempre. En los siglos anteriores al advenimiento de la moderna artillería naval, el solo disparo de un cañón era una tarea sumamente peligrosa (aun más que hoy en día) y que, a diferencia de la actualidad, en que la mayoría de los disparos y recargas son automáticos sin intervención alguna de los tripulantes, exigían y ocupaban las energías de muchísimos tripulantes y marineros, los que componían la dotación de cada cañón. Por empezar, los cañones estaban montados sobre cureñas de madera provistos de ruedas para el retroceso, después de cada disparo. Este retroceso era tan peligroso para los serviolas del cañón como su disparo lo era para el navío enemigo. Cuando un cañón de 24 o 36 libras se recalentaba por la sucesión de disparos, sus retroceso ocasionaba que la cureña de madera sufriera de tal forma que, las mas veces, las piezas se rompían y salían despedidas con tal violencia ocasionando heridas graves o la muerte a algún serviola cercano. Otras veces eran los aparejos del cañón los que se rompían (recuérdese que el arma se colocaba en posición por un sistema de sogas y poleas) y, en este caso, había que perseguir al cañón que rodaba de una banda a la otra del barco por los balanceos de este hasta conseguir trincarlo nuevamente. En estas ocasiones, no era inusual que rompiese todo lo que se ponía en su camino o que aplastara a alguien. En el esfuerzo de acuñarlo con hamacas, velas o cualquier otra cosa que pudiese refrenar su impulso y así, poder cazarlo, siempre podía salir herido algún marinero. Si, por buena fortuna, nada de esto pasaba, quedaban los peligros que se presentaban al disparar la pieza. Pese a lo que pueda parecer, disparar un cañón antiguo, no consistía solamente encargarlo por la boca y dar fuego a la mecha. Era una tarea complicada por demás y que exigía mucha habilidad. Un cañón antiguo ya tenia sus puntos de mira, su cuña que regulaba el ángulo, etc. Un cañonero descuidado o con poca experiencia podía tener una vida muy corta, ya que una sobrecarga de la pieza, podía ocasionar que el arma escupiera llamaradas hacia atrás que producían quemaduras a los serviolas. Con el mar encrespado, eran necesarios muchos años (no meses) de adiestramiento para lograr el ojo necesario para sincronizar el disparo junto con el balanceo de la nave. El cañón se apuntaba mas alto mas alto de los necesario para compensar la parábola descendente. Las balas pequeñas y granadas, se apuntaban a los flancos y bajo la línea de flotación mientras que las mas grandes y las encadenadas, enramadas y de cuchillo se utilizaban para destruir la arboladura del barco enemigo cortando, de esa forma, sus medios de propulsión (no olvidar que, hasta bien entrado el siglo XIX, los barcos se movían a vela) y dejándolo indefenso. Los impactos directos a una porta de artillería eran raros y difíciles, pero si esto ocurría, eran desastrosos, porque incendiaban la pólvora de alrededor de la pieza de artillería y podían ocasionar, mediante estallidos en cadena de los cañones vecinos y hasta la explosión del navío enemigo todo. Cuando el cañón no se usaba, se le tapaba la boca de fuego por medio de un tapón de madera para proteger el anima de la corrosión marina. Aunque en muchas películas y dibujos se ve al montón de balas y los barriles de pólvora al lado del cañón en batalla, lo cierto es que la pólvora, llegaba al puente de artillería en saquetes ya preparados que sacaban de la santabárbara unos grumetes llamados monos y los transportaban en estuches de cuero llamados saleros. La entrada de la santabárbara estaba cubierta por tiras de lona humedecida, para reducir al mínimo los riesgos de una explosión accidental en el momento de entregar los saquetes. Una reflexión: Sea en forma manual como antiguamente o en forma automática como en la actualidad, el disparo del cañón es algo peligroso y, aunque partes de este articulo puedan parecer pintorescas o, al menos, curiosas o interesantes, lo cierto es que muchas veces, el estallido de un cañón se llevo las vidas de muchos hombres valerosos que murieron cumpliendo con su deber o quedaron salvajemente mutilados por las esquirlas y astillas levantados por los disparos.
Extractado por el Sr. Raul Alberro de La Conquista de los Mares de Hendrik W. Van Loon Cap. XII.

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Modelos de cañón naval (arriba) y carronada en cubierta (abajo) construidos por Alfonso M. Rubi.
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